Un rasgo característico de la COVID-19 es su facilidad de difusión y su alta morbilidad. Suele suceder que, tras una infección por coronavirus, la persona no muestra ningún síntoma durante mucho tiempo o en absoluto.  Una enfermedad que se propaga rápidamente y que a veces no presenta síntomas claros conlleva un alto riesgo para las personas con un nivel de inmunidad reducido o que sufren infecciones. Esto es especialmente peligroso para las personas mayores y los enfermos crónicos. El elemento clave de la profilaxis antiviral y el principal medio utilizado para reconocer una infección por COVID-19 son unas pruebas fiables. . . Gracias a una detección temprana de la COVID 19, puede prevenirse una mayor propagación de la enfermedad y ayudar a combatir la pandemia.  En el mercado podemos encontrar distintos tipos de test para comprobar la presencia de la COVID-19 y sus anticuerpos, los principales son los test antigénicos y las pruebas de detección de la presencia de anticuerpos del virus en el organismo.

 Los tests  de antígenos  detectan partículas de proteína, los llamados antígenos, en muestras tomadas de la nariz y la garganta del sujeto. Los tests de antígenos deben realizarse preferentemente en los 5-7 días siguientes del posible contacto con una persona infectada con COVID-19. Test genético, el método RT-PCR se caracteriza por una mayor sensibilidad en las etapas tempranas y tardías de la enfermedad. Detecta la presencia de material genético en la muestra.

También es posible realizar pruebas serológicas para identificar los anticuerpos anti-SARS-CoV-2 producidos tras el contacto con la COVID-19.  Un resultado positivo puede indicar un historial de infección o una infección en curso, mientras que un resultado negativo no excluye la infección.